Hace miles de años hubo en Asia dos
príncipes enemigos que constantemente se amenazaban aprovechando el menor
pretexto.
Uno de ellos decidió declarar la guerra y
ordenó a los habitantes de su nación que se prepararan para luchar.
El otro príncipe aceptó el desafío. Sin
embargo, como habían pasado más de quince años desde la última batalla, no
recordaba dónde estaban guardadas su armadura y su ropa de combate. Cuando
faltaba un día para el enfrentamiento pidió a su madre que le llevara su casco.
La señora regresó con las manos vacías.
—¿Por qué no lo trajiste? —le reclamó.
—No pude cargarlo, pesa mucho —contestó
ella.
—Yo mismo iré por él.
—No, por favor no lo toques —pidió la madre
mientras le impedía el paso.
—¿Cómo piensas que puedo ir a la guerra sin
casco? —preguntó él.
—Mira hijo, dentro de tu casco, que estaba
en el patio trasero, una paloma hizo su nido, y dentro de él hay tres pequeñas
crías. Las palomas son las aves de la paz: nunca hacen daño a nadie. Todos los
días su madre les trae de comer lo que encuentra. ¿Cómo puedo destruir su nido?
Cuando vea que quiero tomar el casco, la madre se irá volando y dejará llorando
a los polluelos. Eso traerá desgracias a nuestro país..
El príncipe no quería discutir con su madre
y se presentó al combate sin casco. Al verlo, su enemigo quedó sorprendido.
—¿Cómo se te ocurre combatir así?
—Mi madre vio que en el casco viven una
paloma y sus polluelos. No quisimos hacerles daño.
El otro príncipe no podía creer lo que
escuchaba y pidió a uno de sus hombres que comprobara si la historia era
cierta.
—Pues sí. Dentro del casco hay tres palomas
muy pequeñas con su madre. Pues apenas rompieron el cascarón
—confirmó el enviado.
Entonces el príncipe le tendió la mano a su
enemigo.
—Hagamos la paz para siempre. Le propuso. Tu
madre no quiso destruir el nido de la paloma y sus polluelos ¿cómo podemos
querer tú y yo destruir los hogares de miles de personas?
Desde aquel día, los dos reinos fueron
amigos y la paloma se convirtió en símbolo de la paz.
(Leyenda de Bakú,
Azerbaiyán)
¿Qué pensáis que nos enseña este relato?
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