Agradecer a Dios el
habernos regalado las personas con las que convivimos.
Buscar el bien común
por encima de los intereses personales.
Corregir
con esmero a aquel que se
equivoca.
Dar lo mejor de
uno mismo, poniéndose siempre al servicio de los otros.
Estimar a los otros
sabiendo reconocer sus capacidades.
Facilitar las cosas
dando soluciones y no creando más problemas.
Ganar la confianza
de los otros compartiendo con ellos sus preocupaciones.
Heredar la capacidad
de aquellos que saben ser sinceros con valentía y respeto.
Interceder por los otros
a Dios, antes de hablarle de nuestras cosas.
Juzgar a los otros
por lo que son, no por lo que tienen ni por lo que aparentan.
Limitar las ansias
personales frente a las necesidades del grupo.
Llenarse
con lo mejor que uno
encuentra en el camino de la vida.
Mediar entre los
compañeros que no se entienden.
Necesitar
de los otros sin ningún
prejuicio.
Olvidar
el miedo al qué dirán
dependiendo de la opinión de los demás.
Preocuparse por los más
débiles o más necesitados.
Querer siempre el
bien de las personas.
Respetar las opiniones
de los demás, los derechos de las personas y de los animales.
Salir al encuentro
del otro, no esperando que él dé el primer paso.
Tolerar los defectos
y límites propios y ajenos con sentido del humor.
Unirnos
todos para vivir en paz y
armonía.
Valorarse con realismo
sin creerse superior a los demás.
X es una
incógnita que invita a la búsqueda constante de la verdad con
mayúscula.
Yuxtaponer
ilusiones y esperanzas,
trabajos y esfuerzos por crear fraternidad.
Zambullirse
sin miedo en el nuevo día
que Dios regala cada mañana.
Autor: Revista
"Misión Joven" número 287
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