lunes, 19 de marzo de 2012

CUENTO: LA NIÑA DE LAS MANZANAS

He encontrado este precioso cuento en la página web http://www.iglesia.cl/laserena/centinela/recursos/cuentdiv.htm#diciseis
Lo leeremos y reflexionaremos sobre lo que nos quiere decir.

Un grupo de vendedores fue a una convención de ventas. Todos le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por la noche.

Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos.

De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni girarse para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión.

Todos menos uno. Éste se detuvo, respiró hondo, y experimentó un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más tarde.

Luego regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes lágrimas corriendo por sus mejillas.

Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha. El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió en la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente.

Mientras lo hacía, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: "Toma, por favor, estos cien pesos por el daño que hicimos. ¿Estás bien?"

Ella, llorando, asintió con la cabeza. El continuó, diciéndole, "Espero no haber arruinado tu día".

Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: "Señor...".

Él se detuvo y volvió a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: "¿Es usted Jesús...?"

Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a coger otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma.

1 comentario:

Inma dijo...

Gracias por compartir esta historia. ¡Me ha encantado! La utilizaré con mis alumnos.
Por cierto, ¡enhorabuena por tu blog!, me encanta.

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