En Fátima, Portugal, la Virgen María se apareció a tres pastorcillos. Se llamaban Jacinta, Francisco y Lucía.
Jacinta (1910-1920) era una niña simpática que le gustaba jugar y bailar, aunque en los juegos quería que todos hicieran su voluntad. Sin embargo, después de que se le apareciera la Virgen, cambió y se convirtió en una persona humilde y generosa. Le encantaba mirar las imágenes de Jesús clavado en la cruz y entonces decía que no quería hacer nada que estuviera mal porque Jesús sufría mucho con ello.
A Francisco (1908-1919) le gustaba mucho la música y tenía un carácter tranquilo. Jugaba con otros niños y no se contrariaba, al revés, se adaptaba bien a la voluntad de los demás. Prefería rezar solo y pensaba que Dios estaría triste por los males que hacían las personas. Él quería consolarlo y pasaba mucho tiempo en la iglesia delante del Santísimo.
Enfermó de "gripe española" y, aunque sufrió mucho, no se quejaba.
JACINTA Y FRANCISCO FUERON CANONIZADOS POR EL PAPA FRANCISCO EL DÍA 13 DE MAYO DE 2017 EN FÁTIMA.
Lucía (1907-2005) se encargaba de cuidar ovejas y, habitualmente le acompañaban sus primos Jacinta y Francisco. De mayor estuvo en varios conventos y en el año 1948 se hizo monja de clausura en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra,
Una de las pocas veces que salió de allí fue para entrevistarse con el Papa Juan Pablo II y contarle el tercer misterio que le reveló la Virgen, era el atentado contra él.
La Virgen le dijo a Lucía que ella viviría por más tiempo para propagar sus mensajes.
Estuvo pressente en la beatificación de sus primos en el año 2000.
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